miércoles, 17 de julio de 2013

Días complicados

Y no, no es casualidad que el inconsciente me traicione. Poco a poco sin notarlo lo cual lo vuelve más grave, pronuncio el diminutivo de tu nombre, sin siquiera proponermelo. Y es casi que inevitable, los dedos de mis manos procrean letras. Letras frías, letras que te extrañan. Y a cada respiro me voy quebrando. Vas arrugando mi pecho como una hoja, me vas convirtiendo en trozos vacíos por oficio, y no sabes lo bien que  te desempeñas. Me destruyes sin palabras, sin gestos, sin absolutamente nada. Y ese es el problema no logro asimilar un par de cenizas. A mi memoria se le olvida conjugar nuestra historia en pretérito.
En mi propio eje, me encuentro bastante desorbitada, trastocada, retraída hacia el limbo mismo de mi anhelo que ya no entrega, solo absorbe.  Yo me desahogo como puedo, tú ni te inmutas y echo a un lado mi ego para mostrarte el pecho abierto en lo mas callado de mi ser. Y acabo por descubrir mi mortalidad insensata.
Me bajas de la omnipresencia a la ausencia sin previo aviso, sin cargos de conciencia. Mi lógica moribunda se burla, se sonríe!!! mientras lanza la pregunta como un disparo innecesario. ¿Lo extrañas?. Mi espíritu terrestre huye despavorido de la añoranza y el cuerpo desvalido pronto se recupera para regresar al borde del precipicio, repetir el episodio, continuar con la comedia un tanto trágica y una vez más, evadir mentalmente el final. Puede tratarse de cobardía en líneas convencionales, como también un caso particular de reconocimiento, una muestra en blanco y negro de mi fragilidad, una lagrima que habla de raíces, que me aconseja y dice que en última instancia no estamos tan lejos...

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