Domingo, una y media de la madrugada. Aún no sé porque escribo esto, no sé porque escribo si vamos al caso. Es tarde, y recién me percato por cumplir obligaciones las cuales acabo de evadir tratando de buscar inspiración, viendo una serie que trata sobre un escritor atascado. Nada menos estimulante que eso. Pero así funciono a veces. Busco aliados en los libros, películas (jamás carnales) con quienes compartir las horas en las cuales no tengo la voluntad de sentarme a escribir, o siquiera existir. Si compartiera esto con una persona y no con un personaje, me estancaría más. El otro siempre es un ser egoísta. Todos tenemos la necesidad sumamente desesperante de ser escuchados. Por momentos me parece estar viviendo en mundo habitado por monologuistas. Todo lo que se dice es para gustar o agradar a alguien. Es decir, hablamos para justificarnos. Para ser admirados u odiados. A veces creo que el fin último del discurso de un político es cosmético. Las palabras salen del orador, tocan el oído del receptor, lo seducen pero no quedan ahí. Vuelven al remitente, quien las espera feliz de su creación. Seguramente este texto está siendo escrito para que alguien lo disfrute. Y el halago hacia él me reconforte más por sentirme querida o admirada, que por haber conmovido a otro.
Volviendo a mi estancamiento. ¿Estoy falta de imágenes? ¿De ideas? No, no me sobran, pero no me faltan. Y voy a dar lugar a abrir un paréntesis para una aclaración un poco rebuscada pero al mismo tiempo predecible aflore (Si, necesito percibir tu respiración y poder ver el espacio entre peca y peca). Continuando en lo que estaba no tengo idea cuál es el motivo de mi repentino estancamiento. (tengo un par de sospechas, ojo). Aún así me rehúso a contarlo, para que no me recomienden un psiquiatra.
Y ahora me pregunto porque fluyen de tal forma todas esas palabras, si hace unos veinte minutos exactamente luchaba por unir dos, por usar correctamente un nexo, por escribir algo coherente. Creo que no es casualidad, la falta de esquemas y la autorización propiamente dada para nombrarte, nombrarme, nombrarnos. Para hacer este tipo de juego, o dicho de forma un poco más correcta enseñar a cual sea el receptor de tanta ironía y catarsis como conjugar. Y retomando lo dicho anteriormente lo que empezó por un simple recreo de ser, acabó por intentar generar que de tu boca moderada y correcta salga un halago inesperado que me nutra y me devuelva la inspiración. De todas formas creo que fue lo último, porque si me pongo hablar sobre lo que debería estar hablando en este instante, el tema que debería estar tocando, que no te incluye, no te necesita, y no debe contar con tu presencia, sería un intento más de los otros mil docientos intentos fallidos. Ya que apartarte a un lado me resultaría demasiado difícil, y en este momento creo que no hay tema que merezca ser leído si no te tiene al menos figurando como un punto y coma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario