Trapos despojados de mentiras en el rincón de mi habitación. La estupidez arrepentida me abandona y al fin bandera blanca al corazón. Replay a las mil canciones que te dicen adiós. Replay a las otras tantas que me recuerdan tu voz. Gota pulcra y desahuciada arma las valijas y en un leve movimiento me recorre sin pudor. En el vaivén de mi piel arrastro consigo cualquier rastro de dolor. Hubieron un sin fin de cosas que nunca dije, que callé, que guardé que con gusto me formaron en mi lucha por obtener el titulo de nobleza en tu reinado. Hubieron sensaciones, ocasiones en las que creí formar parte de una amplia aristocracia pero con privilegios especiales. Manos entrecruzadas, miradas, besos y un poco más. Hubieron tantas letras y tantas oraciones como estas, fueron tantas despedidas inconclusas que olvidé cuando dijimos adiós.
Bajo las uñas de lo que alguna vez tuvo un sentido paranoico pero sensato quedaron guardados los kilómetros que recorriste, los borradores que tiré, el valor de lo recíproco.
Y me replanteo si de verdad todo acabó, o es uno más de tus simulacros anti adicción. O efectos secundarios de tu enfermedad contra la conservación y con poca suerte tu necesidad por la variedad.
La verdad de las verdades es que no la hay, la verdad, es que la verdad es la relativa y en este trabalenguas redundante aflora el optimismo por encontrar vías alternativas que me devuelvan mi puesto, mi lugar, mis ganas.
Y entre tanta encrucijada que me desborda la boca, y entre tanta cosa que nunca te dije, no hay lugar mejor que estar en vos.
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