Tanta palabrería vacía nutre un punto de vista rasgado de la realidad. Por falta de voluntad la obligación asume un papel protagonista. Por falta de puntos comprendí el valor de las comas. Ansias incesantes hicieron de mi inmunidad dependiente de tus gestos. Soplos de aire tibios me empujaron al calor de tu abrazo tan efímero como eterno. Tardío y vulnerable, tranquilo y paciente. Dejando caer cumplidos sinceros, brindando tu amor con un cuenta gotas. Pero justo, siempre justo a tiempo.
A falta de espejos, no encontré mejor reflejo que el de mis ojos sobre los tuyos. Pasos lentos adornan mi regreso a casa.
Tome prestadas muchas horas del reloj, que luego tuve que devolver. Pero en su momento fueron más que útiles, imprescindibles. Versos mudos fueron suficientes, no necesité decir nada para que me entendieras.
Miradas penetrantes invaden nuestro espacio. Los poemas brotan en cada esquina de tu sonrisa. Melodías, una tras otra. Se esfuerzan por transmitirme tu recuerdo que siquiera podría decir que es un recuerdo, si no más bien un estado anímico.
Esa noche nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo de aliento. Tus manos encajaban con precisión entre las mías. Nuestra respiración recorría los rincones de la habitación, y una sutil melodía se producía cada vez que un suspiro brotaba de nuestros labios. A falta de abstinencia, nos teníamos. A falta de calor, un abrazo. A falta de cariño, me querías. A falta de ti, yo también.
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