domingo, 8 de septiembre de 2013

Relatos

Sublimes e infames suspiros, palabras guardadas en un cajón. Canciones aleatorias dejando escapar partículas sonoras. Lunares, ¿que estás pensando?. ¿Porqué te ríes?.
Gotas espesas y profundas de algo a lo que podemos atribuirle el término de sensibilidad. Tacto repentino, reacciones inmediatas. Sistema nervioso funcionando al pié de la letra. ¿Dónde estabas?. ¿Que tan cerca, para que pudiera oírte respirar?. Ojos vidriosos, a punto de soltar una sutil carcajada. Simplemente no decíamos nada. Sin palabras, para no poner un alto a nuestras glándulas sensoriales. Inhalábamos el mismo aire, súbitamente sincronizados. Los peces nadaban en nuestras bocas, sedientos de oxigeno. Sedientos de sentirse el uno al otro en perfecta comunión con los minutos. La médula espinal rogaba una caricia. Cualquier sonido externo a nuestro círculo de un par de centímetros de diámetro, estaba fuera de nuestra órbita. Breves temblores internos tensaban la piel. Meñique, anular, indice, pulgar bailaban el vals en mi rostro. Dibujé figuras desproporcionadas en tus mejillas, para no tener que recobrar la cordura de lo exacto. ¿Porqué te ríes? preguntaste, por nada respondí. Dentro mío mis células colisionaban provocando un caos placentero que no producía más que leves sonrisas a las cuales intentabas buscarles el porqué de los porqués que no tenían. Solo eran sonrisas, puras y continuas. De vez en cuando retomaba la conciencia de lo que sonaba en el fondo del escenario que habíamos creado improvisadamente. Y una vez más un soberbio impulso maquillaba las notas de la canción hasta que casi no se oían, una vez más encerraba mi conciencia en nuestro círculo. Las yemas de mis dedos captaban todo movimiento, ¿donde estabas? ¿Que tan cerca para que pudiera oírte respirar?. Y así la dictadura que gobernaba nuestros labios calló ante la necesidad de sentir tu complemento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario