viernes, 1 de noviembre de 2013

Promesa

Vigésima o trigésima vez que intento que algo fluya de mi saturado inconsciente. Bloqueo mental le llaman algunos, te extraño le llamo yo. Asusta quizás un poco que mi escritura dependa de tus ganas de quererme. Pero indudablemente creo que puse mi mayor tesoro en manos firmes.
Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma, por esa razón perdí mi preocupación con respecto a mi capacidad de escribir dos oraciones correctas en tu honor.
Por esa razón prefiero conservar ese instante en el que decidí que era contigo con quien quería compartir mis antojos y mis más apasionados sueños, en el eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Porque puedo olvidar los hechos en concreto, pero estoy segura de que no olvidaré lo que sentí.
Prometo que no te voy a culpar cuando la inspiración no abunde, solo procuraré mirarte detenidamente unos minutos para que tus labios me regalen aquello que solo se puede obtener de ti. Esa calidez que supiste darme desde lo más furtivos comienzos, ese amor sin restricciones, real.
Y cuando necesites tu espacio para navegar libremente, estaré aquí esperando novedades acerca de las perspectivas rutinarias sin nuestro apego cotidiano.
Si te necesito demasiado, sabré imponer el control sobre mis impulsos.
Te voy a regalar el porqué de los porqués que nadie quiere oír, a pesar de que tu exagerada predisposición no me lo permita.
Te voy a regalar sinceridad, aunque los recovecos de tu rostro me cautiven y me imposibiliten. Me vuelvan muda y dañen hasta la última de mis capacidades.
Y si por alguna razón me quedo sin palabras, sin duda que es porque te extraño y anhelo tu compañía. Si este fragmento de sentimiento no tiene conexión seguramente sea porque necesito de tus caricias para volver lo inconexo coherente.





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