Un día más acaricia mi existencia. Tratando de eliminar el residuo que nubla una visión un poco alterna. Susurra la oscuridad al oído de la vida, la sutil canción de un vaivén de sonrisas. Y una vez más lo sorprendo mirándome, como intentando encontrar en mi algo que alimente la continuación de su felicidad, y nuestros ojos se topan, tu mirada huye con una vergüenza pícara como siempre, y quien sabe hacia donde más que tú mismo.
Minutos después, atónita por el goce de que me miraras, mi cuerpo no respondió. Solo sentí lo que podía, un inmenso placer, una sensación de sensatez y cordura, que solo me regala la calidez de tus besos. El calor de tu abrigo. Por esos eternos minutos dedicados a tu presencia, mi psiquis en estado vegetal no valía más que una irregular alfombra, donde quitarse los zapatos cansados y gastados de tanto caminar.
Me extendiste la mano y con gusto la tomé.
Saltando en los espacios mal llamados recuerdos, aún me sorprendo viendo lo que he tirado para evitar quererlo. Lo que he ocultado para no tener que escribirlo, lo que he dejado que muera tan solo por un capricho. Y tomada de tu mano en lo alto de un recuerdo, arrepentida, me avergüenzo como humanamente puedo. Poniéndome un alto, cada vez que la espera desespera, y no sé como continuar. Escribiéndote para que ni siquiera el paso de los años te permita olvidar, porque allí y aquí, en estas líneas, se encuentra nuestro pasar.
Y hoy, un día más acaricia mi existencia, pero no tan solitaria. Acompañada por el resplandor de tu luz. Para que percibas también el mio. Como el cuerpo quiera y como la mente deje. Así quizás pueda volver a sorprenderte mirándome, para tener un algo donde expresar tu amor. Para que mis letras se regocijen y tiemblen al verte.
Minutos después, atónita por el goce de que me miraras, mi cuerpo no respondió. Solo sentí lo que podía, un inmenso placer, una sensación de sensatez y cordura, que solo me regala la calidez de tus besos. El calor de tu abrigo. Por esos eternos minutos dedicados a tu presencia, mi psiquis en estado vegetal no valía más que una irregular alfombra, donde quitarse los zapatos cansados y gastados de tanto caminar.
Me extendiste la mano y con gusto la tomé.
Saltando en los espacios mal llamados recuerdos, aún me sorprendo viendo lo que he tirado para evitar quererlo. Lo que he ocultado para no tener que escribirlo, lo que he dejado que muera tan solo por un capricho. Y tomada de tu mano en lo alto de un recuerdo, arrepentida, me avergüenzo como humanamente puedo. Poniéndome un alto, cada vez que la espera desespera, y no sé como continuar. Escribiéndote para que ni siquiera el paso de los años te permita olvidar, porque allí y aquí, en estas líneas, se encuentra nuestro pasar.
Y hoy, un día más acaricia mi existencia, pero no tan solitaria. Acompañada por el resplandor de tu luz. Para que percibas también el mio. Como el cuerpo quiera y como la mente deje. Así quizás pueda volver a sorprenderte mirándome, para tener un algo donde expresar tu amor. Para que mis letras se regocijen y tiemblen al verte.
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