Es mi voz contra la tuya. Quietud trasparente, diminuto circulo donde habita un sueño. Una vasta soledad de delgadas orillas que te atreviste a llenar, excavando un muro de indefinida sombra que me devuelve un eco más agudo que el grito en si mismo. Apenas dejé que tu mano rodeara mi cuerpo me sentí parte de ti. E inmediatamente te regalé el permiso para que rozaras mi piel, hasta los últimos rincones. Y fuimos más que dos, uno. Tus manos construyeron un puente transitable entre los límites y el infinito. Me brindas calma, preciada y añorada calma.Y hoy me enorgullezco de no tener que seguir hablando en un pretérito perfecto. Satisfecha, completa y feliz.
Tengo las ansias de un cuerpo en plena niñez, por descubrir a donde apuntará nuestra brújula del tiempo esta vez. Tengo el deseo de hacerte mio sin que dejes de ser tuyo. Tanta sensatez acumulada debe pertenecerte, sin excepciones. A pesar de mi egoísmo característico, no me es necesario abastecerme de ti por completo. Te perteneces y a mi me pertenece tu amor si así se quiere y con gusto lo recibiré. Sabré equidistar del amor y la locura la distancia más coherente posible. El sonido de nuestra respiración agitada nos envolverá y sabremos encontrarnos cuando nos apartemos de nuestro sendero.
Contigo todo es apacible en mi vida, déjame asaltar tu caos e intervenir en tus luchas internas, sumérgete en un océano de paz conmigo. Y haz de mi la mejor poeta de tus recovecos faciales que tan difíciles de olvidar, resultaron ser. La mejor guitarrista de tu cuerpo. Aunque no tengas acordes definidos, aprenderé a tocarte con manos de apacibilidad, con firmeza y amor. Deslizaré mis dedos por tu espalda, haré música tierna y lasciva hasta embriagar el alma. Y mientras pueda, mirarte fijamente a los ojos para llenarme de ti y ahogarme en la sensibilidad de tus pestañas. Donde desemboquen nuestros besos, besos tuyos y míos, o tal vez míos y tuyos porque el orden de los besos no altera el deseo. Ven, te grita un silencio inoportuno que se escabulle por mis apretados labios. No es igual imaginarte que tenerte, imaginarte me induce ansias desesperantes que te extrañan. Tenerte, tocarte y sentirte sacian todo rastro de añoranza. De todas formas, ven!!!
Ven que te extraño.
lunes, 23 de septiembre de 2013
viernes, 20 de septiembre de 2013
Torpeza
Fieles conocedores de senderos estrechos e infinitos. Fieles conocedores de la sensibilidad a flor de piel. Y aún así tan inexpertos y tan crédulos, caminamos el uno sobre el otro al paso de los repiques de una canción. Atónitos, ante la calidez de nuestro tacto. Entorpeciendo cada partícula pensante que planea retomar sus funciones, después de entrelazar al menos dos palabras y diez mil latidos.
Quizás te resulte familiar el entreverar los conceptos, derecho y revés. Torpeza, torpeza fluyendo por todos mis poros. Mi intelecto está tan ocupado observando cada uno de tus detalles desde el asiento acompañante, que olvida el sentido de la razón. Incluso olvido ubicar mi mente en tiempo y espacio. Mi tiempo y mi espacio cada vez que te tengo a un par de centímetros, habita en tus pupilas. Mis receptores sensoriales reservan todas sus energías exclusivamente para ti. Los silencios gritan "me haces bien", por doquier. La suavidad con la que tus labios me rozan me impulsa a poner mis mejores cartas en juego. A mostrarte una única cara con mil expresiones distintas, con miles de sonrisas espontáneas que solo tienen un destinatario. Tú.
Negociar con mis sentidos nunca fue tan complicado, ya hacía mucho tiempo desde que eran ellos quienes dominaban cada partida nueva. No tienen intenciones de devolverme mi poder, te aceptan, te quieren. Cada uno de ellos, cualquiera de los cinco se sienten en casa cada vez que te perciben.
Por momentos creo no podría contar hasta diez invadida por la idiotez si tengo tu mano sobre mi. Pero la mediocridad nunca fue tan placentera. Y entregarme a la calidez de tu abrazo es una de las acciones de las que más me enorgullezco.
Agradezco tú valor al querer conocer que hay detrás de todas éstas letras, que hay detrás de toda ésta piel.
Tienes mi permiso para fluir entorno a mi barco, por mi bahía con total libertad. Pero advierto que voy a cobrar peaje cada vez que tu mano se pose sobre mi boca. Por lo tanto si alguna vez sientes que mis labios están sobre los tuyos, tienes el deber de corresponder. Es el precio que te pongo por flotar en mi océano.
Quizás te resulte familiar el entreverar los conceptos, derecho y revés. Torpeza, torpeza fluyendo por todos mis poros. Mi intelecto está tan ocupado observando cada uno de tus detalles desde el asiento acompañante, que olvida el sentido de la razón. Incluso olvido ubicar mi mente en tiempo y espacio. Mi tiempo y mi espacio cada vez que te tengo a un par de centímetros, habita en tus pupilas. Mis receptores sensoriales reservan todas sus energías exclusivamente para ti. Los silencios gritan "me haces bien", por doquier. La suavidad con la que tus labios me rozan me impulsa a poner mis mejores cartas en juego. A mostrarte una única cara con mil expresiones distintas, con miles de sonrisas espontáneas que solo tienen un destinatario. Tú.
Negociar con mis sentidos nunca fue tan complicado, ya hacía mucho tiempo desde que eran ellos quienes dominaban cada partida nueva. No tienen intenciones de devolverme mi poder, te aceptan, te quieren. Cada uno de ellos, cualquiera de los cinco se sienten en casa cada vez que te perciben.
Por momentos creo no podría contar hasta diez invadida por la idiotez si tengo tu mano sobre mi. Pero la mediocridad nunca fue tan placentera. Y entregarme a la calidez de tu abrazo es una de las acciones de las que más me enorgullezco.
Agradezco tú valor al querer conocer que hay detrás de todas éstas letras, que hay detrás de toda ésta piel.
Tienes mi permiso para fluir entorno a mi barco, por mi bahía con total libertad. Pero advierto que voy a cobrar peaje cada vez que tu mano se pose sobre mi boca. Por lo tanto si alguna vez sientes que mis labios están sobre los tuyos, tienes el deber de corresponder. Es el precio que te pongo por flotar en mi océano.
martes, 17 de septiembre de 2013
Lunares
Matices oscuros, sumisos, gastados. Caen, caen porqué letras cargadas de tu presencia maquillan mi alma. Las gotas se secan con cada resplandor, con cada abrir y cerrar de ojos. Incluso la humedad y sus formas deshabitan los rincones de mi mente. El lunar de tu frente a mi izquierda me invita a sonreír cada vez que evoca el punto focal de mis globos oculares. Los de tus mejillas tampoco tienen severas y decididas intenciones de armar sus valijas y retirarse de mi inconsciente. Podría continuar tomando prestado cada uno de los adornos de tu rostro para convertirlos en poesía, podría hablarte de amor, podría reiterar las ganas exageradas de tomar un trozo de ti y volverlo mi almohada. Pero sería un intento de masoquismo inconcluso que no haría más que acumular ganas inocuas de tomar no un trozo de ti, tomarlo todo. Proyectar egoísmo por doquier.
En los silencios de mi pentagrama me diste todas las respuestas, de una mente no te liberas cerrando los ojos me dije, mientras hacía el intento de volver al pavimento y dejar de navegar en las curvas de tu sonrisa.
Altas horas de la madrugada golpean las paredes de mis parpados, y me cantan una sutil canción para darme la bienvenida al insomnio romántico. Toco mis labios con mis dedos para recordar. Tu beso alarmó mi sistema nervioso y aún me tiembla el recuerdo. Y vuelve a invadirme la imagen que tantos estragos produjo en mi estas últimas noches, cómo la luz tenue que nos daba calor penetraba por cada poro de tu piel, haciendo de ti más que un ser, un poema. Subjetivo y real.
Deseos incesantes, infinitos. Ten la gentileza de visitar las líneas de mi cuerpo, haz uso de tus cinco dedos que tanto anhelo y aprecio, acentúa cada una y trazala. Como si navegaras por tus propios mares, sin restricciones. A menos que te lo pida no te detengas, mi piel recordará tus manos y mis receptores nerviosos te agradecerán a su debido tiempo. Conectando con los tuyos, ordenándome en mi desorden, para que pueda agradecer tanta paz acumulada.
Contigo no se trata de dar porque recibí, contigo quiero dar aunque no reciba. Escribirte aunque no me leas, no quiero hablarte de amor, quiero que lo sientas.
En los silencios de mi pentagrama me diste todas las respuestas, de una mente no te liberas cerrando los ojos me dije, mientras hacía el intento de volver al pavimento y dejar de navegar en las curvas de tu sonrisa.
Altas horas de la madrugada golpean las paredes de mis parpados, y me cantan una sutil canción para darme la bienvenida al insomnio romántico. Toco mis labios con mis dedos para recordar. Tu beso alarmó mi sistema nervioso y aún me tiembla el recuerdo. Y vuelve a invadirme la imagen que tantos estragos produjo en mi estas últimas noches, cómo la luz tenue que nos daba calor penetraba por cada poro de tu piel, haciendo de ti más que un ser, un poema. Subjetivo y real.
Deseos incesantes, infinitos. Ten la gentileza de visitar las líneas de mi cuerpo, haz uso de tus cinco dedos que tanto anhelo y aprecio, acentúa cada una y trazala. Como si navegaras por tus propios mares, sin restricciones. A menos que te lo pida no te detengas, mi piel recordará tus manos y mis receptores nerviosos te agradecerán a su debido tiempo. Conectando con los tuyos, ordenándome en mi desorden, para que pueda agradecer tanta paz acumulada.
Contigo no se trata de dar porque recibí, contigo quiero dar aunque no reciba. Escribirte aunque no me leas, no quiero hablarte de amor, quiero que lo sientas.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Inestabilidad sensible
Un trago amargo de café me estabiliza en medio de la pos guerra. El ruido de las palabras me va dejando el corazón y la cabeza en silencio. El vidrio empañado de mi ventana retoma minutos anteriores, y me fugo de mi existencia para sumirme en la tuya. Y de repente ya no es la gravedad la que me sostiene a la tierra, de repente tú me sostienes. Dejando de lado la moral, la ética. Fluyendo a fuerza del deseo de nuestros impulsos. Nos escapábamos de nuestros cuerpos a través del tiempo y nos reencontrábamos en un mundo discreto y decente, donde el amor era una necesidad de alma y no un capricho humano. A unos pocos centímetros de los míos, tus ojos brillaban en la más plena oscuridad. Tus brazos rodearon mi cintura con la delicadeza de una sutil carcajada. Y tus manos siguieron el curso de los senderos de mi espalda. Lo mejor no era la caricia en si misma, si no su continuación. Sonreíste al ver que yo no protestaba, y acercaste tu boca a la mía. El primer contacto fue solo eso, un contacto muy suave. Suspiré y tú sonrisa se acentúo. Segundos después enredaste tus diez dedos en mi pelo y mi presencia psíquica tomo la mano de la tuya, fugándose así hasta lo más profundo de los límites pasionales. Podía oír como las gotas golpeaban los vidrios brutalmente, y aún así nada en ese instante me habría parecido brusco.
En tus labios encontraba paz, me encontraba. Esos eran los segundos que mi piel hubiera deseado congelar eternamente. Apreté tu mano con tanta fuerza que por momentos temí cortar circulación alguna. Pero aunque la intensidad superara cualquier tipo de restricción, todo y absolutamente todo estaba dentro de los parámetros de la suavidad más atípica, que había tenido el placer de conocer.
Exhalabas la pureza de la raza humana que luego yo tendría el honor de inhalar. Jugando a los incógnitos nuestros únicos espectadores eran los árboles, que nutrían su naturaleza de la nuestra.
¿Qué estás haciendo conmigo y con mis sentidos? Te pediría que me devolvieras el control sobre mi misma, pero sería como tener los mejores naipes y no saber jugar el juego. Inútil. No hagas uso sobrevaluado de tu poder, ni de mi inestabilidad ante el calor de tu tacto. Ya me es suficiente admitir que construyo mi imperio bajo el régimen de tus caricias.
En tus labios encontraba paz, me encontraba. Esos eran los segundos que mi piel hubiera deseado congelar eternamente. Apreté tu mano con tanta fuerza que por momentos temí cortar circulación alguna. Pero aunque la intensidad superara cualquier tipo de restricción, todo y absolutamente todo estaba dentro de los parámetros de la suavidad más atípica, que había tenido el placer de conocer.
Exhalabas la pureza de la raza humana que luego yo tendría el honor de inhalar. Jugando a los incógnitos nuestros únicos espectadores eran los árboles, que nutrían su naturaleza de la nuestra.
¿Qué estás haciendo conmigo y con mis sentidos? Te pediría que me devolvieras el control sobre mi misma, pero sería como tener los mejores naipes y no saber jugar el juego. Inútil. No hagas uso sobrevaluado de tu poder, ni de mi inestabilidad ante el calor de tu tacto. Ya me es suficiente admitir que construyo mi imperio bajo el régimen de tus caricias.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Relatos
Sublimes e infames suspiros, palabras guardadas en un cajón. Canciones aleatorias dejando escapar partículas sonoras. Lunares, ¿que estás pensando?. ¿Porqué te ríes?.
Gotas espesas y profundas de algo a lo que podemos atribuirle el término de sensibilidad. Tacto repentino, reacciones inmediatas. Sistema nervioso funcionando al pié de la letra. ¿Dónde estabas?. ¿Que tan cerca, para que pudiera oírte respirar?. Ojos vidriosos, a punto de soltar una sutil carcajada. Simplemente no decíamos nada. Sin palabras, para no poner un alto a nuestras glándulas sensoriales. Inhalábamos el mismo aire, súbitamente sincronizados. Los peces nadaban en nuestras bocas, sedientos de oxigeno. Sedientos de sentirse el uno al otro en perfecta comunión con los minutos. La médula espinal rogaba una caricia. Cualquier sonido externo a nuestro círculo de un par de centímetros de diámetro, estaba fuera de nuestra órbita. Breves temblores internos tensaban la piel. Meñique, anular, indice, pulgar bailaban el vals en mi rostro. Dibujé figuras desproporcionadas en tus mejillas, para no tener que recobrar la cordura de lo exacto. ¿Porqué te ríes? preguntaste, por nada respondí. Dentro mío mis células colisionaban provocando un caos placentero que no producía más que leves sonrisas a las cuales intentabas buscarles el porqué de los porqués que no tenían. Solo eran sonrisas, puras y continuas. De vez en cuando retomaba la conciencia de lo que sonaba en el fondo del escenario que habíamos creado improvisadamente. Y una vez más un soberbio impulso maquillaba las notas de la canción hasta que casi no se oían, una vez más encerraba mi conciencia en nuestro círculo. Las yemas de mis dedos captaban todo movimiento, ¿donde estabas? ¿Que tan cerca para que pudiera oírte respirar?. Y así la dictadura que gobernaba nuestros labios calló ante la necesidad de sentir tu complemento.
Gotas espesas y profundas de algo a lo que podemos atribuirle el término de sensibilidad. Tacto repentino, reacciones inmediatas. Sistema nervioso funcionando al pié de la letra. ¿Dónde estabas?. ¿Que tan cerca, para que pudiera oírte respirar?. Ojos vidriosos, a punto de soltar una sutil carcajada. Simplemente no decíamos nada. Sin palabras, para no poner un alto a nuestras glándulas sensoriales. Inhalábamos el mismo aire, súbitamente sincronizados. Los peces nadaban en nuestras bocas, sedientos de oxigeno. Sedientos de sentirse el uno al otro en perfecta comunión con los minutos. La médula espinal rogaba una caricia. Cualquier sonido externo a nuestro círculo de un par de centímetros de diámetro, estaba fuera de nuestra órbita. Breves temblores internos tensaban la piel. Meñique, anular, indice, pulgar bailaban el vals en mi rostro. Dibujé figuras desproporcionadas en tus mejillas, para no tener que recobrar la cordura de lo exacto. ¿Porqué te ríes? preguntaste, por nada respondí. Dentro mío mis células colisionaban provocando un caos placentero que no producía más que leves sonrisas a las cuales intentabas buscarles el porqué de los porqués que no tenían. Solo eran sonrisas, puras y continuas. De vez en cuando retomaba la conciencia de lo que sonaba en el fondo del escenario que habíamos creado improvisadamente. Y una vez más un soberbio impulso maquillaba las notas de la canción hasta que casi no se oían, una vez más encerraba mi conciencia en nuestro círculo. Las yemas de mis dedos captaban todo movimiento, ¿donde estabas? ¿Que tan cerca para que pudiera oírte respirar?. Y así la dictadura que gobernaba nuestros labios calló ante la necesidad de sentir tu complemento.
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