jueves, 23 de octubre de 2014

Crecer

Hoy es de esos días en los que jugamos a ser nostálgicos, y nos probamos a nosotros mismos que no podemos. Que se nos hace increíblemente difícil retomar recuerdos que parecen tan cercanos y notar que en realidad están lejos. Que son eso, recuerdos.
Desconectar cumpleaños, aniversarios, vacaciones de nuestro presente actual. Notar que hemos crecido, que con cada milésima de segundo que transcurre nos alejamos más de aquella realidad.
Que incluso derramamos una lágrima cuando miramos por sobre nuestro hombro un par de años atrás.
Avanzar e ir colocando recuerdos apilados de a uno. Y a su vez ir creando nuevos.
Madurar, crecer y comprender que debemos cumplir ese ciclo está dentro de las sensaciones más extrañas. Ansiedad, euforia, tristeza, añoranza. Todo en un mismo pensamiento.
Que eso que tanto deseaste este tan cerca, construir tu propia vida, asuste tanto es una pena.
De todas maneras, aún no estoy segura de que tenga miedo. A pesar del sin fin de palos puestos en la rueda, creo que ya comencé a formar mi propia realidad.
Ya comienzan a pesar en mi mente aquellos primeros cumpleaños, los primeros soplos de aliento que alguien pudo darme. Y me replanteo cientos de veces si estaré lista, si con lo que me transmitieron fue suficiente.
Aprender a decir que no, a defender criterios, opiniones. Formar una integridad personal. Y notar en otros una reacción atípica, como si algo comenzara a despertar en mi y a llamar la atención en los demás.
Estoy incluso orgullosa de mi misma por formar un criterio capaz de conformarme en su totalidad. Segura, decidida y completamente capaz de sostener lo que pienso.
Quizás esta sea la parte en la que necesito de mi seguridad más que nunca. En la que mis iguales se me oponen y me enfrentan. Me frenan y me oprimen.
Puede que mi seguridad me sostenga, y se apiade de mi en momentos en los que estoy completamente sola. Rodeada y sola que es peor. Seguridad, criterio, madurez hagan de mi lo que siempre quise ser.

lunes, 27 de enero de 2014

Verbos

Soy
Eres
¿Somos?

Yo
¿Nosotros?

Conjugar el verbo "ser" en forma de pronombre personal reflexivo, no era precisamente una de las tareas más simples. Lidiar con esas crisis de morfemas sin contenido léxico, le devolvía el contexto lingüístico a la situación. A pesar de que estuviésemos extasiados y empalagados de tanta palabrería teníamos el verbo y su conjugación listos para cada situación.
Tiempo después sembramos más dudas que palabras. Sigilosamente invadían los miedos tan implacables como imperfectos. Anclándonos en medio de nuestro océano. Nocturnamente estremecidos por la luz tenue que se colaba por las rendijas de la ventana.
El tiempo tomo cartas en el asunto y se encargó de quitarle la costra al miedo. Desprendiéndose así la misma bajo la lluvia cálida de los atardeceres que aprecié desde el asiento de acompañante de tu auto.
Eramos textos eternos, y ahora somos un pequeño fragmento de texto con un significado. Con un sentimiento en común latente y desesperante.
Hace ya unos meses atrás me otorgué la libertad de hablar sobre nosotros en plural, de modo unificado. Cómo lo he estado haciendo a lo largo de todo este texto y de muchos otros anteriores.
Cuando comencé a escribirte recordé lo sensual de los recuerdos, aquellos rasgos que solo los notas una vez que reconstruyes la historia. Y desde entonces, no quiero desnudarte sin antes contemplar tu rostro por un par de horas, reafirmar en mi inconsciente los detalles más bellos. Imperceptibles para un ojo indiferente.
Pero tan prepotentes para mi visión enamorada que ya nada pasa desapercibido en cuestiones de observación.
Y cuando dejamos de buscar los verbos y las conjugaciones, cuando dejé de buscar respuestas a preguntas que simplemente no las tenían. Nos encontramos, fluyendo como desde el principio en profundo y sensato morfema "somos nosotros".


lunes, 20 de enero de 2014

Enamorada del amor

Todo aire respirado a medias carece de la oportunidad de sentirte ciertamente extinta. Inhalar y exhalar el mismo oxígeno. Floto y caigo por mi propio peso en palpitaciones leves sobre ti, y mi alma descansa en tu pecho enamorada del amor.
La fluídes de tus labios cuando intentas expresarte hipnotiza mi atención. Tus manos me abrazan muy despacio  para no secuestrar el sueño más bonito que hay. Y vuelvo a enamorarme del amor, perdidamente enamorada de lo que sentí.
Podría describir lo que me transmites cada vez que me tocas, pero me ahogaría en mis propias palabras. Es decir, me ahogaría en la abundancia de tus caricias.
Me miras con la mirada más adecuada y me sonrojo aún, después de tanto. Me refugio en tus brazos y tu calor es el mayor de mis placeres.
Tu risa, tu felicidad me nutre y me regala paz. Y al mirar a mi interior estoy llena de ti, tan completa que a veces me siento demasiado satisfecha. Pero cada uno de tus rasgos y cada sonido que logra escaparse de la cárcel de tus labios, me recuerda porque te quiero.
Cae la madrugada y aún estás ahí a un lado, aunque el cansancio te devore. Siempre dispuesto a dar más de lo que tu cuerpo te permita.
A su vez me enamora nuestra falta de costumbre. Nuestra rutina inexistente.
Siempre seremos nuevos y fieles aprendices de nuestro amor. Lo único que se repite en nuestra historia son las ganas de colisionar en una sola persona. Somos todo y nada en cuestión de segundos.
Cada vez que imploro y ansío tranquilidad, me la ofreces con total naturalidad. La misma con la que eufóricamente me haces el amor. Ambos polos son mi fuente de energía.
Podría afirmar que eres éxtasis para mi vida. La única droga a la que me quiero acostumbrar. Los únicos besos que estoy dispuesta recibir en cantidades exageradas. Los únicos brazos a los que quiero correr cada vez que la realidad me aflija. Jamás dejar que algo se extinga.
Y cada vez que me pose en tu abrigo recordar una a una las razones por las cuales estoy feliz y perdidamente enamorada de ti.

lunes, 6 de enero de 2014

Metáforas

El declive depravante en el que desaparezco, me invita a recorrer recuerdos antiguos y vanos. Dulce delirar de litigios encontrados le devuelven la sinfonía a nuestra canción. 
Y en la curvatura de tu estomago me poso a descansar, sedienta de tu voz. Alegóricamente me abastezco de ti, como solo yo sé hacerlo. Con una metáfora sobrecargada aquella que solo tu me das, que hace desaparecer hasta los olores y sonidos mas repugnantes y los convierte en los tonos más dulces de mi carta de colores.
Bebo agua de tus lagos, y ellos duermen sobre las ansias montañosas de quien sostiene las cadenas que me permiten ser libre.
Me estremezco al escuchar que me quieres, algo late trepando el abismo de nuestra existencia. Y es tiempo de ponernos dentro de nuestros cuerpos, sentir con claridad y semblante las rutas tan severamente marcadas de nuestra impaciencia. Evadir las ansias de un abrazo furtivo que disfrazamos con total eficacia de un beso antiguo. Y soñar. 
Porque de eso se trata, soñar y prevalecer en una felicidad eterna que nos invada desde lo más intimo, hasta lo más externo y superficial.
Dejar a un lado los cantos litúrgicos y crear cimientos sobre algo real. Quiero que flotes en mi, para que yo pueda sostenerte. Y que cada acción que nos involucre tenga su opción viceversa.
Ansía, intenta, siente. Cada vez que me extrañes tendrás que tumbarte con plenitud en la calidez de mis labios. Y si nos perdemos, nuestros cuerpos se van a saber encontrar.
Navega conmigo los horizontes que abrigan fronteras lejanas, proyecta sin haber vivido.
Siempre habitaré las costas de tu pasión, que tanto anhelo y aprecio por haberme atraído hacia la seguridad de tu abrazo.
Perseverantes, orgullosos y felices disfrutaremos del más ambiguo de los besos que tanto aborrezco pero que si no tuviera no te querría como te quiero.  

jueves, 26 de diciembre de 2013

Gratitud y aprecio

Recorrí con atención retrospectiva el curso de mis relaciones, tan pródigas en contradicciones y altibajos y dejé escapar un suspiro de alivio, pensando en la magnitud de su corazón.
Poco después confirme que la gratitud y el aprecio constituyen el mejor cimiento del amor. Y escuché feliz y complacida las modestas esperanzas que abrigabas. Que transmitías.
Cada manifestación tuya abastecía con total plenitud al inconformismo desde sus raíces.
Ahora ansiaba que aquellas sensaciones continuasen. Pero antes; me alegraba de que aquel martirio de incertidumbre hubiese terminado.
En estos precisos instantes tomo los verbos y los educo como si fuesen pequeños aprendices del amor, me abstraigo en las líneas de lo que con cariño voy creando. Gozo entonces la elipsis de lo compuesto, convivo con el eterno sentimiento de cohesión. Proyecto sobre ti entelequias adormecidas de amor profundo.
Y entre murmullos te nombro y te extraño. Y una vez más me sorprendo descifrando las parábolas de tus letras, embriagándome con el aroma de cada sentimiento. Oírte es un éxtasis eterno cuando me dices que me quieres. Y que mas puedo pedir, que más que un gesto tierno que me devuelva las ganas de sentir.
Que más que un beso, que haga que el sol suspire y el gélido frío de mi alma, vaya anunciando su partida como un viajero en despedida.
La época de las dudas ha transcurrido con total eficacia, su luz ha humedecido el ego de la incertidumbre.
Y ahora solo quiero permanecer ante la presencia de tu tibio abrazo. Despejar un abrumado paisaje y sonreírle a un nuevo horizonte tomada de su mano.
Agradecida y querida.




viernes, 6 de diciembre de 2013

Realidad

Su habilidad de conversador era capaz de dar interés al tema más vulgar, menos brillante y más socorrido. Hablaba con una facilidad llena de corrección y de espontaneidad. El curso de la conversación con frecuencia se desviaba entre tantas anécdotas tan certeras como ordinarias, que pudiesen surgir, y enzarzar a cualquiera que fuese parte de la misma.
Sus gestos dulces y sutiles refutaban cualquier esperanza de poder conservar la compostura y mantener el ambiente en términos amistosos.
Eludir su presencia habría sido un acto de profunda maldad. Un acto sumamente contradictorio a los intereses comunes de mis órganos. Gozar de sus confidencias fue el placer más eterno y menos desesperante del que tuve el honor de sentirme parte.
Un ser liberal y orgulloso pero con un exceso condesciende de generosidad, capaz de intimidar por sus maneras altivas y solemnes. El caso es, que todos lo ven como desea ser visto. Puro, feliz y real.
La aspiración de muchos hombres sobre nuestro gran globo terrestre. El único ser que hoy provoca en mi la necesidad de enfrascarme en hondos pensamientos De quien me tomo el atrevimiento de solicitar su atención, cada vez que los acontecimientos toman caminos interrogativos plagados de incertidumbre. Buscar en el caudal de su pensamientos más profundos la verdad, me reconforta.
La serenidad de su porte y la calidez de su semblante no podrían inducir en nadie un sentimiento de indiferencia. Nuestras enemistades fueron y serán nuestros mejores acuerdos. A pesar de que su modestia natural lo haga creer más en mi criterio que en el suyo propio.
Lo cual no es una molestia, es una cordial bienvenida a disfrutar de los rasgos de su carácter. En los que claramente no se encuentra bien posicionada la desconfianza. Y se destaca con presencia y postura la afable delicadeza masculina.
El tacto y la cordura de su replicar cuando algo no está en su misma sintonía. La ternura contagiosa con la que sus brazos me rodean la cintura. Me invade la inconsecuencia, pero cualquier rastro de extravagancia se retira ante su prepotente sencillez. Y cualquiera sea el sonido que se escabulla por la cárcel de mis labios se transforma en palabras vagas, sin realidad concreta. Lo único real cada vez que no me privo de su presencia es el roce de nuestros labios.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Reflexión

Abrí los ojos y dejé de imaginar. Perpleja por el golpe de realidad apenas me podía sostener. Un eco sutil y silencioso resonó entre las paredes oscuras de mi apabullado ser. Y con sutileza y curiosidad preguntó, ¿Por qué escribes? Rodaron sobre la hoja sinceras respuestas que no pude detener, escribo porque en fuga escapa la razón, respondí.
Apagué la luz, y dejé que mis pensamientos se suspendieran en el aire.
 ¿Que es el uno y que es el todo? reflexiones que suelo tener antes de quedarme dormida, quizás por eso suelo irme a dormir tarde. Por el miedo a esos momentos en los que solo me escucho a mí misma.
¿Por qué escribo? volví a preguntarme, quizás sea para zafar de estas ideas trasnochadas y escribir catarsis fruto de la redención. Y que la oscuridad otra vez sea aprisionada entre mi pupila y el mundo exterior. O sencillamente escribo abstraída y sumida en lo prohibido del tenue susurro de tu voz.
Tal vez escriba para pretender ser mejor que esa inconstante impostora que me mira desde el espejo. O para que una parte de mí,  viva para siempre.
Los matices grises de mis lápices lastiman las heridas que aún duelen estando cicatrizadas. Fragmentos esquematizados sobre las hojas rayadas me advierten que nunca sabremos cuando bueno o cuan malo es el momento, hasta que tenemos que recordarlo.
La reflexión al crear, finalmente me hará darme cuenta que desde el inicio, no se trataba de aquel tono claro o aquel tono oscuro de la vida. Todo cobra sentido, al dejarte deslumbrar por los hermosos matices ignorados de la tan temida conciencia.
Incluso canjear disputas cotidianas por letras, me llama aún más al deseo de escribir. A falta de una reacción, un texto. Por eso no puedo pedirme a mi misma, ni a mis manos que no escriban. No puedo quedarme sentada con la mirada perdida. Imbécil como una invitada, invicta como una idiota.
Solo quiero preguntar a quien responda, ¿por qué escribo?.
Cerré los ojos e imaginé no abrirlos jamás para no dejar de imaginar.