viernes, 29 de noviembre de 2013

Reflexión

Abrí los ojos y dejé de imaginar. Perpleja por el golpe de realidad apenas me podía sostener. Un eco sutil y silencioso resonó entre las paredes oscuras de mi apabullado ser. Y con sutileza y curiosidad preguntó, ¿Por qué escribes? Rodaron sobre la hoja sinceras respuestas que no pude detener, escribo porque en fuga escapa la razón, respondí.
Apagué la luz, y dejé que mis pensamientos se suspendieran en el aire.
 ¿Que es el uno y que es el todo? reflexiones que suelo tener antes de quedarme dormida, quizás por eso suelo irme a dormir tarde. Por el miedo a esos momentos en los que solo me escucho a mí misma.
¿Por qué escribo? volví a preguntarme, quizás sea para zafar de estas ideas trasnochadas y escribir catarsis fruto de la redención. Y que la oscuridad otra vez sea aprisionada entre mi pupila y el mundo exterior. O sencillamente escribo abstraída y sumida en lo prohibido del tenue susurro de tu voz.
Tal vez escriba para pretender ser mejor que esa inconstante impostora que me mira desde el espejo. O para que una parte de mí,  viva para siempre.
Los matices grises de mis lápices lastiman las heridas que aún duelen estando cicatrizadas. Fragmentos esquematizados sobre las hojas rayadas me advierten que nunca sabremos cuando bueno o cuan malo es el momento, hasta que tenemos que recordarlo.
La reflexión al crear, finalmente me hará darme cuenta que desde el inicio, no se trataba de aquel tono claro o aquel tono oscuro de la vida. Todo cobra sentido, al dejarte deslumbrar por los hermosos matices ignorados de la tan temida conciencia.
Incluso canjear disputas cotidianas por letras, me llama aún más al deseo de escribir. A falta de una reacción, un texto. Por eso no puedo pedirme a mi misma, ni a mis manos que no escriban. No puedo quedarme sentada con la mirada perdida. Imbécil como una invitada, invicta como una idiota.
Solo quiero preguntar a quien responda, ¿por qué escribo?.
Cerré los ojos e imaginé no abrirlos jamás para no dejar de imaginar.



lunes, 18 de noviembre de 2013

Un día más

Un día más acaricia mi existencia. Tratando de eliminar el residuo que nubla una visión un poco alterna. Susurra la oscuridad al oído de la vida, la sutil canción de un vaivén de sonrisas. Y una vez más lo sorprendo mirándome, como intentando encontrar en mi algo que alimente la continuación de su felicidad, y nuestros ojos se topan, tu mirada huye con una vergüenza pícara como siempre, y quien sabe hacia donde más que tú mismo.
Minutos después, atónita por el goce de que me miraras, mi cuerpo no respondió. Solo sentí lo que podía, un inmenso placer, una sensación de sensatez y cordura, que solo me regala la calidez de tus besos. El calor de tu abrigo. Por esos eternos minutos dedicados a tu presencia, mi psiquis en estado vegetal no valía más que una irregular alfombra, donde quitarse los zapatos cansados y gastados de tanto caminar.

Me extendiste la mano y con gusto la tomé.
Saltando en los espacios mal llamados recuerdos, aún me sorprendo viendo lo que he tirado para evitar quererlo. Lo que he ocultado para no tener que escribirlo, lo que he dejado que muera tan solo por un capricho. Y tomada de tu mano en lo alto de un recuerdo, arrepentida, me avergüenzo como humanamente puedo. Poniéndome  un alto, cada vez que la espera desespera, y no sé como continuar. Escribiéndote para que ni siquiera el paso de los años te permita olvidar, porque allí y aquí, en estas líneas, se encuentra nuestro pasar.
Y hoy, un día más acaricia mi existencia, pero no tan solitaria. Acompañada por el resplandor de tu luz. Para que percibas también el mio. Como el cuerpo quiera y como la mente deje. Así quizás pueda volver a sorprenderte mirándome, para tener un algo donde expresar tu amor. Para que mis letras se regocijen y tiemblen al verte.  

lunes, 11 de noviembre de 2013

Naufragio

Hay naufragios que no necesitan agua, no ocurren en el mar o sus derivados. Hay naufragios en los que se está a la deriva durante tiempo indefinido y en tierra firme en el mismo instante. Pies siempre mojados pisan los adoquines con fuerza. Y el después, se torna casi tan peligroso como el durante.
Los cuerpos quedan tan enteros como esparcidos en trozos difíciles de reconocer, incluso difíciles de juntar hasta por nosotros mismos. Empapados hasta los huesos aunque estemos secos. Amortiguando los tropiezos por las dudas de que nos fuésemos a romper. Y de todas formas nos hacemos trizas y hacemos de nuestro interior una recopilación de pedazos. Dolores punzantes me atravesaban el estómago, no había vómitos, no había cortes, no había nada que pudiese funcionar de forma correcta. Solo aguanté y disfruté el descanso entre dolor y silencio.
Se cree en la paz porque se siente por segundos efímeros y precisos. Y a su vez se sabe que nunca es para quedarse.
Nada parecía estar hecho para quedarse. Pero entre los resquebrajosos escombros de lo que no había flotabas, a la deriva entre la cicatriz de mi hombro y el lunar de mi espalda. A veces veías venir la tormenta a estribor, otras ni querías mirar la situación estelar. Sólo deseabas navegar, naufragar sin tener siquiera uso de una brújula para hacer una pausa y ordenarte en tu desorden.
Una parte de ti ancló en mi pecho, y otra aún flota por mi cuerpo con total libertad. Y tienes toda mi autorización para quedarte cuanto tiempo desees. Cuanto tiempo desees mantenerme en esta pequeña isla que construimos con cimientos sólidos. Lejos de volver a naufragar, a la deriva y en perpetua soledad.
Justo donde siempre quise que alguien trazara su propia corriente. Y despertar cada día, en guardia. Porque sabes que en cualquier momento vas a volver a naufragar. Pero aún así, si tomas mi mano no le temo al mar.


domingo, 10 de noviembre de 2013

A solas conmigo misma

Hubiera querido ser como el ser humano quiso que fuese. Un intento de vida, un juego al escondite con mi ser, con mi misma. Hubiera querido tener todos los dotes y afanes que alguna vez planificaron para mi. Me hubiera gustado tener una cuota alta de optimismo, de virtud, de paciencia. Tanto así, como le hubiera gustado a la raza humana que lo tuviese. Pero resultó que yo estaba hecha de presentes y mis pies planos no resistieron caminar hacía atrás, sobre suelos carentes de verdad y de realismo.
Así fue que yo misma fui mi ruta, hacía lo desconocido. Burlando el pasado, para alcanzar el beso de los senderos nuevos. Y poco a poco mi rostro fue tomando la expresión que le venía de adentro. Una expresión definida que asomaba un sentimiento de liberación íntima. Un sentimiento que surgía del equilibrio entre lo que soy, y lo que quisiera ser. Un límite que explicitamente marcaba un alto y mantenía distante la imaginación de la realidad. Ya definido mi presente, me sentí indefensa ante tanta monotonía. Pero segura. Segura de quien era. Y aunque a veces tengo dudas, y las proporciones entre optimismo y pesimismo se desnivelan. Y me siento cansada de cargar conmigo misma. De usar mi propia ropa, mi propia conciencia y mi propio corazón. Aún así sobrevivo, porque aunque me desconozca, siempre me encuentro.
Y me reconforto en la idea utópica de ser entendida desde los pensamientos más lejanos hacia la verdad misma. Razón por la cual considero de primordial importancia que quieras querer todas las gamas de mi persona posibles. Que me quieras hasta decir basta, hasta no querer hacerlo más.
No quiero que te enamores de mi, si en tu corazón solo hay espacio para los buenos gestos y la infinidad de virtudes que no tengo.
Quiero ser querida desde todas las perspectivas. Aún cuando momentáneamente aborrezcas mi presencia. Sé que si me prestas tus oídos, voy a intentar entregarte mi mejor versión. Pero antes de hacerlo, abstente a la posibilidad de que no siempre el cielo estará despejado. Y que el café no siempre estará caliente, pero aún así quiero que lo quieras tomar, y que quieras salir afuera a pesar de que el sol no brille. Porque si tú me entiendes, yo te sabré recompensar.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Promesa

Vigésima o trigésima vez que intento que algo fluya de mi saturado inconsciente. Bloqueo mental le llaman algunos, te extraño le llamo yo. Asusta quizás un poco que mi escritura dependa de tus ganas de quererme. Pero indudablemente creo que puse mi mayor tesoro en manos firmes.
Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma, por esa razón perdí mi preocupación con respecto a mi capacidad de escribir dos oraciones correctas en tu honor.
Por esa razón prefiero conservar ese instante en el que decidí que era contigo con quien quería compartir mis antojos y mis más apasionados sueños, en el eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Porque puedo olvidar los hechos en concreto, pero estoy segura de que no olvidaré lo que sentí.
Prometo que no te voy a culpar cuando la inspiración no abunde, solo procuraré mirarte detenidamente unos minutos para que tus labios me regalen aquello que solo se puede obtener de ti. Esa calidez que supiste darme desde lo más furtivos comienzos, ese amor sin restricciones, real.
Y cuando necesites tu espacio para navegar libremente, estaré aquí esperando novedades acerca de las perspectivas rutinarias sin nuestro apego cotidiano.
Si te necesito demasiado, sabré imponer el control sobre mis impulsos.
Te voy a regalar el porqué de los porqués que nadie quiere oír, a pesar de que tu exagerada predisposición no me lo permita.
Te voy a regalar sinceridad, aunque los recovecos de tu rostro me cautiven y me imposibiliten. Me vuelvan muda y dañen hasta la última de mis capacidades.
Y si por alguna razón me quedo sin palabras, sin duda que es porque te extraño y anhelo tu compañía. Si este fragmento de sentimiento no tiene conexión seguramente sea porque necesito de tus caricias para volver lo inconexo coherente.