lunes, 27 de enero de 2014

Verbos

Soy
Eres
¿Somos?

Yo
¿Nosotros?

Conjugar el verbo "ser" en forma de pronombre personal reflexivo, no era precisamente una de las tareas más simples. Lidiar con esas crisis de morfemas sin contenido léxico, le devolvía el contexto lingüístico a la situación. A pesar de que estuviésemos extasiados y empalagados de tanta palabrería teníamos el verbo y su conjugación listos para cada situación.
Tiempo después sembramos más dudas que palabras. Sigilosamente invadían los miedos tan implacables como imperfectos. Anclándonos en medio de nuestro océano. Nocturnamente estremecidos por la luz tenue que se colaba por las rendijas de la ventana.
El tiempo tomo cartas en el asunto y se encargó de quitarle la costra al miedo. Desprendiéndose así la misma bajo la lluvia cálida de los atardeceres que aprecié desde el asiento de acompañante de tu auto.
Eramos textos eternos, y ahora somos un pequeño fragmento de texto con un significado. Con un sentimiento en común latente y desesperante.
Hace ya unos meses atrás me otorgué la libertad de hablar sobre nosotros en plural, de modo unificado. Cómo lo he estado haciendo a lo largo de todo este texto y de muchos otros anteriores.
Cuando comencé a escribirte recordé lo sensual de los recuerdos, aquellos rasgos que solo los notas una vez que reconstruyes la historia. Y desde entonces, no quiero desnudarte sin antes contemplar tu rostro por un par de horas, reafirmar en mi inconsciente los detalles más bellos. Imperceptibles para un ojo indiferente.
Pero tan prepotentes para mi visión enamorada que ya nada pasa desapercibido en cuestiones de observación.
Y cuando dejamos de buscar los verbos y las conjugaciones, cuando dejé de buscar respuestas a preguntas que simplemente no las tenían. Nos encontramos, fluyendo como desde el principio en profundo y sensato morfema "somos nosotros".


lunes, 20 de enero de 2014

Enamorada del amor

Todo aire respirado a medias carece de la oportunidad de sentirte ciertamente extinta. Inhalar y exhalar el mismo oxígeno. Floto y caigo por mi propio peso en palpitaciones leves sobre ti, y mi alma descansa en tu pecho enamorada del amor.
La fluídes de tus labios cuando intentas expresarte hipnotiza mi atención. Tus manos me abrazan muy despacio  para no secuestrar el sueño más bonito que hay. Y vuelvo a enamorarme del amor, perdidamente enamorada de lo que sentí.
Podría describir lo que me transmites cada vez que me tocas, pero me ahogaría en mis propias palabras. Es decir, me ahogaría en la abundancia de tus caricias.
Me miras con la mirada más adecuada y me sonrojo aún, después de tanto. Me refugio en tus brazos y tu calor es el mayor de mis placeres.
Tu risa, tu felicidad me nutre y me regala paz. Y al mirar a mi interior estoy llena de ti, tan completa que a veces me siento demasiado satisfecha. Pero cada uno de tus rasgos y cada sonido que logra escaparse de la cárcel de tus labios, me recuerda porque te quiero.
Cae la madrugada y aún estás ahí a un lado, aunque el cansancio te devore. Siempre dispuesto a dar más de lo que tu cuerpo te permita.
A su vez me enamora nuestra falta de costumbre. Nuestra rutina inexistente.
Siempre seremos nuevos y fieles aprendices de nuestro amor. Lo único que se repite en nuestra historia son las ganas de colisionar en una sola persona. Somos todo y nada en cuestión de segundos.
Cada vez que imploro y ansío tranquilidad, me la ofreces con total naturalidad. La misma con la que eufóricamente me haces el amor. Ambos polos son mi fuente de energía.
Podría afirmar que eres éxtasis para mi vida. La única droga a la que me quiero acostumbrar. Los únicos besos que estoy dispuesta recibir en cantidades exageradas. Los únicos brazos a los que quiero correr cada vez que la realidad me aflija. Jamás dejar que algo se extinga.
Y cada vez que me pose en tu abrigo recordar una a una las razones por las cuales estoy feliz y perdidamente enamorada de ti.

lunes, 6 de enero de 2014

Metáforas

El declive depravante en el que desaparezco, me invita a recorrer recuerdos antiguos y vanos. Dulce delirar de litigios encontrados le devuelven la sinfonía a nuestra canción. 
Y en la curvatura de tu estomago me poso a descansar, sedienta de tu voz. Alegóricamente me abastezco de ti, como solo yo sé hacerlo. Con una metáfora sobrecargada aquella que solo tu me das, que hace desaparecer hasta los olores y sonidos mas repugnantes y los convierte en los tonos más dulces de mi carta de colores.
Bebo agua de tus lagos, y ellos duermen sobre las ansias montañosas de quien sostiene las cadenas que me permiten ser libre.
Me estremezco al escuchar que me quieres, algo late trepando el abismo de nuestra existencia. Y es tiempo de ponernos dentro de nuestros cuerpos, sentir con claridad y semblante las rutas tan severamente marcadas de nuestra impaciencia. Evadir las ansias de un abrazo furtivo que disfrazamos con total eficacia de un beso antiguo. Y soñar. 
Porque de eso se trata, soñar y prevalecer en una felicidad eterna que nos invada desde lo más intimo, hasta lo más externo y superficial.
Dejar a un lado los cantos litúrgicos y crear cimientos sobre algo real. Quiero que flotes en mi, para que yo pueda sostenerte. Y que cada acción que nos involucre tenga su opción viceversa.
Ansía, intenta, siente. Cada vez que me extrañes tendrás que tumbarte con plenitud en la calidez de mis labios. Y si nos perdemos, nuestros cuerpos se van a saber encontrar.
Navega conmigo los horizontes que abrigan fronteras lejanas, proyecta sin haber vivido.
Siempre habitaré las costas de tu pasión, que tanto anhelo y aprecio por haberme atraído hacia la seguridad de tu abrazo.
Perseverantes, orgullosos y felices disfrutaremos del más ambiguo de los besos que tanto aborrezco pero que si no tuviera no te querría como te quiero.