Recorrí con atención retrospectiva el curso de mis relaciones, tan pródigas en contradicciones y altibajos y dejé escapar un suspiro de alivio, pensando en la magnitud de su corazón.
Poco después confirme que la gratitud y el aprecio constituyen el mejor cimiento del amor. Y escuché feliz y complacida las modestas esperanzas que abrigabas. Que transmitías.
Cada manifestación tuya abastecía con total plenitud al inconformismo desde sus raíces.
Ahora ansiaba que aquellas sensaciones continuasen. Pero antes; me alegraba de que aquel martirio de incertidumbre hubiese terminado.
En estos precisos instantes tomo los verbos y los educo como si fuesen pequeños aprendices del amor, me abstraigo en las líneas de lo que con cariño voy creando. Gozo entonces la elipsis de lo compuesto, convivo con el eterno sentimiento de cohesión. Proyecto sobre ti entelequias adormecidas de amor profundo.
Y entre murmullos te nombro y te extraño. Y una vez más me sorprendo descifrando las parábolas de tus letras, embriagándome con el aroma de cada sentimiento. Oírte es un éxtasis eterno cuando me dices que me quieres. Y que mas puedo pedir, que más que un gesto tierno que me devuelva las ganas de sentir.
Que más que un beso, que haga que el sol suspire y el gélido frío de mi alma, vaya anunciando su partida como un viajero en despedida.
La época de las dudas ha transcurrido con total eficacia, su luz ha humedecido el ego de la incertidumbre.
Y ahora solo quiero permanecer ante la presencia de tu tibio abrazo. Despejar un abrumado paisaje y sonreírle a un nuevo horizonte tomada de su mano.
Agradecida y querida.
jueves, 26 de diciembre de 2013
viernes, 6 de diciembre de 2013
Realidad
Su habilidad de conversador era capaz de dar interés al tema más vulgar, menos brillante y más socorrido. Hablaba con una facilidad llena de corrección y de espontaneidad. El curso de la conversación con frecuencia se desviaba entre tantas anécdotas tan certeras como ordinarias, que pudiesen surgir, y enzarzar a cualquiera que fuese parte de la misma.
Sus gestos dulces y sutiles refutaban cualquier esperanza de poder conservar la compostura y mantener el ambiente en términos amistosos.
Eludir su presencia habría sido un acto de profunda maldad. Un acto sumamente contradictorio a los intereses comunes de mis órganos. Gozar de sus confidencias fue el placer más eterno y menos desesperante del que tuve el honor de sentirme parte.
Un ser liberal y orgulloso pero con un exceso condesciende de generosidad, capaz de intimidar por sus maneras altivas y solemnes. El caso es, que todos lo ven como desea ser visto. Puro, feliz y real.
La aspiración de muchos hombres sobre nuestro gran globo terrestre. El único ser que hoy provoca en mi la necesidad de enfrascarme en hondos pensamientos De quien me tomo el atrevimiento de solicitar su atención, cada vez que los acontecimientos toman caminos interrogativos plagados de incertidumbre. Buscar en el caudal de su pensamientos más profundos la verdad, me reconforta.
La serenidad de su porte y la calidez de su semblante no podrían inducir en nadie un sentimiento de indiferencia. Nuestras enemistades fueron y serán nuestros mejores acuerdos. A pesar de que su modestia natural lo haga creer más en mi criterio que en el suyo propio.
Lo cual no es una molestia, es una cordial bienvenida a disfrutar de los rasgos de su carácter. En los que claramente no se encuentra bien posicionada la desconfianza. Y se destaca con presencia y postura la afable delicadeza masculina.
El tacto y la cordura de su replicar cuando algo no está en su misma sintonía. La ternura contagiosa con la que sus brazos me rodean la cintura. Me invade la inconsecuencia, pero cualquier rastro de extravagancia se retira ante su prepotente sencillez. Y cualquiera sea el sonido que se escabulla por la cárcel de mis labios se transforma en palabras vagas, sin realidad concreta. Lo único real cada vez que no me privo de su presencia es el roce de nuestros labios.
Sus gestos dulces y sutiles refutaban cualquier esperanza de poder conservar la compostura y mantener el ambiente en términos amistosos.
Eludir su presencia habría sido un acto de profunda maldad. Un acto sumamente contradictorio a los intereses comunes de mis órganos. Gozar de sus confidencias fue el placer más eterno y menos desesperante del que tuve el honor de sentirme parte.
Un ser liberal y orgulloso pero con un exceso condesciende de generosidad, capaz de intimidar por sus maneras altivas y solemnes. El caso es, que todos lo ven como desea ser visto. Puro, feliz y real.
La aspiración de muchos hombres sobre nuestro gran globo terrestre. El único ser que hoy provoca en mi la necesidad de enfrascarme en hondos pensamientos De quien me tomo el atrevimiento de solicitar su atención, cada vez que los acontecimientos toman caminos interrogativos plagados de incertidumbre. Buscar en el caudal de su pensamientos más profundos la verdad, me reconforta.
La serenidad de su porte y la calidez de su semblante no podrían inducir en nadie un sentimiento de indiferencia. Nuestras enemistades fueron y serán nuestros mejores acuerdos. A pesar de que su modestia natural lo haga creer más en mi criterio que en el suyo propio.
Lo cual no es una molestia, es una cordial bienvenida a disfrutar de los rasgos de su carácter. En los que claramente no se encuentra bien posicionada la desconfianza. Y se destaca con presencia y postura la afable delicadeza masculina.
El tacto y la cordura de su replicar cuando algo no está en su misma sintonía. La ternura contagiosa con la que sus brazos me rodean la cintura. Me invade la inconsecuencia, pero cualquier rastro de extravagancia se retira ante su prepotente sencillez. Y cualquiera sea el sonido que se escabulla por la cárcel de mis labios se transforma en palabras vagas, sin realidad concreta. Lo único real cada vez que no me privo de su presencia es el roce de nuestros labios.
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