Y cuando te das cuenta que perdiste tu momento, que ya no habrá
otro igual a ese, ya no volverás a estar tan decidida de nuevo, la culpa recae
sobre tus hombros porque sabes que llegaste tarde y que no tuviste el coraje
suficiente para darle un empujón a la coincidencia. Esa sensación de perder el
momento perfecto y verlo abordar el tren hacia quien sabe donde. Ese lamento a
continuación y la manía de recordar imágenes como si fuera una película que
solo ve tu mente, y volver a lamentarse no haber jugado las cartas cuando debías,
y haber esperado un milagro inexistente y ahora estar ideando métodos nuevos,
que sabes que no llevaras a cabo pero sirven de consuelo, al menos cumplen una eficiencia
y consuelan dicha mente que escaseaba de valentía. Pero sería una mala decisión
en un momento equivocado bajar los brazos, en las historias de amor no siempre
hay sólo amor, a veces no hay ni un te quiero, y sin embargo, queremos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJamás me canso de leer esto, en serio.
ResponderEliminarUn placer!
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