No aspiro a una suplencia a corto plazo, ni mucho menos a un vals de cinco minutos. Tampoco a una eternidad fructífera e inevitablemente duradera.
No pretendo de nosotros un fragmento de Jane Austen. Ni dos milésimas de segundo fingidas.
No quiero hablar de ti y de mi en tercera persona, como si ignorara por completo que cada una de estas palabras están grabadas con tu nombre.
No quiero transformarte, ni pintar encima tuyo como si fueras un lienzo en blanco. Cuando sos inmensamente rico en cualidades. Cuando sos mi mejor párrafo. Cuando tienes más contenido que cualquiera, cuando sos tú y cuando sos mio.
No quiero ser un trozo de papel, ni una etiqueta. Tan siquiera quiero ser lo más exclusivo que tengas. Quiero ser un poema, un gesto, una sonrisa. Quiero ser tuya.
No quiero segundos, ni minutos, ni horas. Contigo el tiempo no existe, contigo los relojes dejan de fluir y se congelan. Porqué el tiempo es un invento más de los cuales como ser humano no estoy orgullosa. El tiempo, son límites. Restricciones. Barreras que nos impiden vernos los unos a los otros como iguales.
Por esa razón lo mantengo excluido de nuestro círculo. Porqué en vez de pensar en cuanto tiempo nos queda juntos, prefiero predecir cuantos serán los suspiros que me robes.
Y entre tantas otras cosas que no quiero, no quiero pararme a un lado de mi vida y ver que gracias a mi estático modelo de análisis, contuve mis palabras y no te dije cuando debía lo mucho que te quería.
No quiero, ni siquiera pienso en contenerme si estás acá. Para sostenerme si tropiezo, para recordarme porqué puedo confiar en ti con los ojos cerrados. Para darme la calidez de tu abrazo, para darme calma.
Y sobre todas las otras cosas, no quiero que te muevas ni medio centímetro fuera de mi caja de sonrisas.
Quédate, prometo ser yo misma.
lunes, 21 de octubre de 2013
martes, 8 de octubre de 2013
Distantemente juntos
Irremediablemente tengo la necesidad inoportuna y desesperada de obtener sólidas palabras, que me concilien con los rincones de tu mirada.
En términos más básicos tengo la necesidad de una buena dosis de realidad enajenante. Y entre tantas otras carencias, también ansío besarnos por horas, abrazarnos por horas y silenciarnos por siglos. Así, tan callados y tan sepulcrales que nuestros cuerpos sordos requieran de la poesía para renacer entre los más estrechos versos del corazón.
Sin siquiera dudarlo podría afirmar que solo nosotros sabemos estar distantemente juntos. Solo nosotros, sabemos ser nosotros en la pobreza de un beso efímero.
Así como también te añoro, ineludiblemente lleno mis minutos de ti, de razones para pasar a la siguiente oración. De razones múltiples para quererte y confiar en lo que mi mente considera relevante.
¿Que es locura y que es racional? ¿Hasta que punto puedo considerarme en mi sano juicio? si olvidé por completo las barreras entre lo coherente y lo inconexo. Tú sos la única respuesta a tan amplia pregunta, cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loca por ti.
Por lo tanto considerarme a mi misma en condiciones psicológicamente perfectas me devuelve la satisfacción. Aplaza mis sentidos para que extrañarte me resulte más placentero que tedioso.
Proyectando posibles escenarios en los que nos encontramos tan cerca, el uno del otro que pudiera oírte suspirar. Sin llamar a eso masoquismo, extremo y puro como solemos inconscientemente practicar. Si no, transformar lo evidente en un lindo aliciente para tanta falta mutua. Para que el tiempo tome su curso sin tenernos en cuenta. Para no contar días, contar risas.
Para que cuando al fin pueda coexistir uno o dos minutos contigo, sea inmensamente feliz. No únicamente por contar con tu presencia, si no, por concretar los deseos de mi mente. Por soñar, vivir y quererte.
En términos más básicos tengo la necesidad de una buena dosis de realidad enajenante. Y entre tantas otras carencias, también ansío besarnos por horas, abrazarnos por horas y silenciarnos por siglos. Así, tan callados y tan sepulcrales que nuestros cuerpos sordos requieran de la poesía para renacer entre los más estrechos versos del corazón.
Sin siquiera dudarlo podría afirmar que solo nosotros sabemos estar distantemente juntos. Solo nosotros, sabemos ser nosotros en la pobreza de un beso efímero.
Así como también te añoro, ineludiblemente lleno mis minutos de ti, de razones para pasar a la siguiente oración. De razones múltiples para quererte y confiar en lo que mi mente considera relevante.
¿Que es locura y que es racional? ¿Hasta que punto puedo considerarme en mi sano juicio? si olvidé por completo las barreras entre lo coherente y lo inconexo. Tú sos la única respuesta a tan amplia pregunta, cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loca por ti.
Por lo tanto considerarme a mi misma en condiciones psicológicamente perfectas me devuelve la satisfacción. Aplaza mis sentidos para que extrañarte me resulte más placentero que tedioso.
Proyectando posibles escenarios en los que nos encontramos tan cerca, el uno del otro que pudiera oírte suspirar. Sin llamar a eso masoquismo, extremo y puro como solemos inconscientemente practicar. Si no, transformar lo evidente en un lindo aliciente para tanta falta mutua. Para que el tiempo tome su curso sin tenernos en cuenta. Para no contar días, contar risas.
Para que cuando al fin pueda coexistir uno o dos minutos contigo, sea inmensamente feliz. No únicamente por contar con tu presencia, si no, por concretar los deseos de mi mente. Por soñar, vivir y quererte.
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