Hoy es de esos días en los que jugamos a ser nostálgicos, y nos probamos a nosotros mismos que no podemos. Que se nos hace increíblemente difícil retomar recuerdos que parecen tan cercanos y notar que en realidad están lejos. Que son eso, recuerdos.
Desconectar cumpleaños, aniversarios, vacaciones de nuestro presente actual. Notar que hemos crecido, que con cada milésima de segundo que transcurre nos alejamos más de aquella realidad.
Que incluso derramamos una lágrima cuando miramos por sobre nuestro hombro un par de años atrás.
Avanzar e ir colocando recuerdos apilados de a uno. Y a su vez ir creando nuevos.
Madurar, crecer y comprender que debemos cumplir ese ciclo está dentro de las sensaciones más extrañas. Ansiedad, euforia, tristeza, añoranza. Todo en un mismo pensamiento.
Que eso que tanto deseaste este tan cerca, construir tu propia vida, asuste tanto es una pena.
De todas maneras, aún no estoy segura de que tenga miedo. A pesar del sin fin de palos puestos en la rueda, creo que ya comencé a formar mi propia realidad.
Ya comienzan a pesar en mi mente aquellos primeros cumpleaños, los primeros soplos de aliento que alguien pudo darme. Y me replanteo cientos de veces si estaré lista, si con lo que me transmitieron fue suficiente.
Aprender a decir que no, a defender criterios, opiniones. Formar una integridad personal. Y notar en otros una reacción atípica, como si algo comenzara a despertar en mi y a llamar la atención en los demás.
Estoy incluso orgullosa de mi misma por formar un criterio capaz de conformarme en su totalidad. Segura, decidida y completamente capaz de sostener lo que pienso.
Quizás esta sea la parte en la que necesito de mi seguridad más que nunca. En la que mis iguales se me oponen y me enfrentan. Me frenan y me oprimen.
Puede que mi seguridad me sostenga, y se apiade de mi en momentos en los que estoy completamente sola. Rodeada y sola que es peor. Seguridad, criterio, madurez hagan de mi lo que siempre quise ser.